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un cuento para niñas y niños
Erase un vez que se era, un padre y un niña que salían a comprar cada sábado por la mañana, o tal vez fuese domingo.
El padre compraba un coleccionable de un extraordinario atlas mundial, luego se sentaba en la silla, y se pasaba un buen rato explicándole a la niña la maravillas de las escalas, a la niña le importaba un pimiento las escalas, pues a ella le gustaban los ríos de verdad, los mares y las montañas, le gustaba cerrar los ojos, y ver un paraíso de estrellas, le hubiese gustado que su padre la abrazase y le preguntase si quería ir a pasear o jugar a los columpios.
El padre siguió comprando los fascículos coleccionables, eran muchos tomos, y le seguía explicando los mapas a la niña.
La niña quería tanto a su padre, y temía tanto desagradarle que cuando creció empezó a hacer cosas raras como buscar la constante aprobación de los demás, o creerse todo lo que dicen los mapas.
Pasaron los años, el padre murió y le dejo en herencia la colección completa del atlas mundial, eran más de 8 tomos encuadernados, olían a viejo y a soledad.
La mujer fue a recogerlos, los llevó a sus casa, en la que vivía con una copia de su padre, los estuvo mirando, y aunque no pudo llorar por la muerte del padre, lloró por el fascículo que faltaba, el que completaba la serie de Asia, ese sábado fueron al zoo, se cogieron de la mano y pasearon juntos, hicieron fotos y vieron delfines.
El Atlas completo fue al contenedor, y no al reciclable, hay cosas que no se pueden reciclar.
Recordando al padre, la niña supo que como él como no sabia abrazar, la leía abrazos, como no se atrevía a salir de viaje, la explicaba mapas, como no sabia querer, la hablaba de amor.
Pero el padre no sabia que hay cosas que no tienen substitutos, que no es sano engañar a los niños, porque se vuelven enfermos del alma, y a esos niños les cuesta mucho curarse, a esos niños hay que quererles mucho toda la vida, porque un día habrán sanado, y serán niños felices, y un niño feliz es algo hermoso.
Hay cosas que los niños y las niñas saben, aunque no se las expliquen.
2003-03-28 02:02 | 7 Comentarios
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Comentarios
1
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De: el paseante |
Fecha: 2003-03-28 05:40 |
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Muy bonito; convendría que la gente no olvidase estas cosas en cuanto crece, en realidad es un cuento para adultas y adultos.
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2
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De: lamaga |
Fecha: 2003-03-28 09:41 |
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Es un cuento tristísimo, pero hermoso,muy hermoso.
Gracias, Angi.
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De: Angi |
Fecha: 2003-03-28 15:30 |
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Un Amigo me dijo que lo pusiera aqui, que tal vez pudiese ser útil.
Me alegro que os guste.
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4
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De: JJ |
Fecha: 2003-03-28 19:50 |
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Precioso, en serio.
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De: woody alien |
Fecha: 2003-03-28 22:31 |
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siempre dije que deberías escribir y sobre todo publicar, a ver si con tantos elogios te animas!!
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6
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De: maria |
Fecha: 2003-03-28 23:28 |
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No me gustan los zoos, me causan tristeza y me crean un incómodo sentimiento de culpabilidad. A Daniel le encantan, por eso sigo renovando el abono anual para compartir tardes de domingo con delfines en lugar de con fascículos. Daniel tiene tres años y sé que te da las gracias por tu historia. Yo también
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7
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De: Angi |
Fecha: 2003-03-29 00:15 |
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:.)
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