...se internaron en el bosque...
En la ténue penumbra el brazo de Adán aferró en una caricia la cintura de Eva, crepitaban bajo sus pasos algunas hojas caidas.
La Luna se alzó coronando el horizonte de plata y entre las colinas vieron los primeros reflejos de su redondez perfecta en el lejano océano, desde la vera del camino se vislumbraba claro y limpio el mundo entero a sus ojos.
Mas allá de las las fronteras infranqueables: nada.
Una cortante ráfaga de frio viento les hizo temblar, sin refugio ni abrigo, se asieron de la mano.
Hacía ya demasiado que el creador les había depositado en el Paraiso, a menudo se preguntaban si no se esperaba algo de ellos o si debían ocuparse en catalogar las especies y ordenarlas según su criterio, les dejó dicho que los pájaros volaban, los peces nadaban y que de entre los animales unos reptan, otros se arrastran.
Estaban las plantas y las piedras, el aire y el agua y la tierra...estaba esa luz anaranjada y viva...estaba el tiempo.
O... puede que él quiesiera que le loaran en cantos de puro deleite.No tenían instrucciones de como vivir, a menudo se sentian perdidos y solos.
De ellos mismos solo sabían sus nombres, con los que tuvieron que conformarse.
De los ángeles nada se sabía.
Por eso, cuando llegaba la noche se acurrucaban en sus cuerpos y escuchando el cric cric monótono de ese animal que no sabían como llamar, se preguntaban hasta cuando estarían allí, pero sobre todo, se preguntaban si en el Edén se podían hacer preguntas, por eso hablaban muy despacio, leyendose los labios...luego se quedaban dormidos, mecidos en el acogedor ronroneo de la noche.
Esperaban en su inocencia que el mañana trajera respuestas, sin embargo, en su inocencia, no esperaban nada, pues sabían donde estaban las respuestas, pero tenían miedo.
Se miraban, prendados uno del otro , y se sabían presas del olvido.
Pero Adán recordaba...un deseo entretejido en su vientre despertó al que ahora se llamaría búho, y el búho despertó a todas las criaturas del bosque.
Adán, la oreja pegada en la tierra verde, el corazón palpitando al unisono del galope de los que ahora se llamarián caballos.
De pronto se dió cuenta.
En un beso despertó a Eva, y atravesando con sus voces el silencio como flechas que sabe certero su viaje, como espadas que surgen de las profundidades del saber iluminando todos los rincones oscuros del alma... empezaron a ponerle nombres a todas las cosas. Con los que tuvieron que conformarse.